...Sentí que el corazón me dolía de pensar que podía estar muerto. No quise comprobarlo. Y lo mecí, estrechándolo con mi pecho, cantándole una nana.
Lo abracé, como nunca antes lo había hecho con nadie, y lloré, lentamente, angustiosamente y las lágrimas me resbalaban mojando mis estériles labios.
Mientras le acariciaba su cabecita y le susurraba al oído palabras de amor que jamás dije a nadie, el crío abrió los ojos y ví en ellos toda la desolación
de la noche. Sus ojos acuosos y grandes como lunas pequeñas me miraban absortos mientras lo besaba en la frente.
Y volvió a sonreír.
Una vocecita endeble me dijo - ¡mamá! – y un beso de su labios se quedó impregnado en mi piel.
Y entonces lo acomodé en el suelo, me levanté y grité…grité de dolor rasgándome la garganta, me maldije con palabras innombrables y maldije el día en que nací, hasta perder las pocas furazas que me quedaban…
…Amanecí en el asiento del coche con la cabeza apoyada en el volante, la ropa húmeda, la cara helada y la música sonando de fondo.
Me desperté de un sobresalto. La luz del sol cegó mis pupilas ensangrentadas y mis párpados abotargados. La garganta me dolía.
Salí del coche enloquecida buscándolo y no encontré a nadie…no lo encontré a él….
El día era apacible, radiante. Los barquitos pescaban su monotonía surcando un mar pacífico y ajeno a mí, y te busqué a ti, mi niño y ya no estabas.
De pronto la fuerza del pensamiento me quebró de dolor en el bajo vientre, me arrodillé abrazando mi abdomen y recordando aquella sala blanca, aquel potro y aquel médico de pétreo rostro que miraba a la nada mientras me succionaban la vida de dentro.
Maldije de nuevo. El dolor era insoportable y no podía dejar de llorar. Y una palabra desde dentro de mis entrañas surgió como la lava de un volcán:
- …¡perdóname!...¡perdóname!... –“.
Esto fue lo que leí de entre sus papeles y entonces comprendí…
Sólo espero que donde ella esté reaccione algún día y levante su frente al inmenso cielo, lo mire con sabiduría y comprenda que él ya la perdonó porque no hay mayor castigo que el arrepentimiento y consiga así poder vivir en paz consigo misma.
- En recuerdo de la dulce muñeca -
No hay comentarios:
Publicar un comentario