con MARÍA QUIRÓS después de grabar el artículo |
ONDA CERO ALGECIRAS: EL
BALCÓN DEL ESTRECHO: LA FERIA REAL DE ALGECIRAS Y LOS CARIOCOS.
21/06/12
¿Estamos
en feria? ¿En la feria Real de Algeciras? ¿Sí?, ah, es que como
ahora se vive de día, se come papa rellena andando por el recinto
ferial y en vez de bailar sevillanas bailamos...otra cosa, como en
las cabalgatas ya no se oye desde lejos los instrumentos de las
bandas de músicas que venían de otros pueblos, ni las mayoré han
querido acompañarnos este año, eso sí, amablemente grupos étnicos
de otros países con sus bailes folklóricos cubrieron estas
ausencias...pues me había confundido...¡me estaré haciendo mayor
pero...! bueno, bueno...sin comentarios.
¿Y
las casetas de solera como el Casino de Algeciras, dónde la dejamos?
¿Es que la crisis va a arrasar hasta con nuestro pasado? Se quedan
solo para el recuerdo de los que ya entramos en los cuarenta ¿no?
Pues no me voy a ir...a dónde tenga que ir algún día...sin
rendirle un homenaje a la caseta de LOS CARIOCOS, porque se lo
curraron en una época donde había muy pocas papas rellenas para
echarse a la boca pero sí mucha imaginación que es la que alimenta
el alma.
Esta
caseta que surgió allá por el 69, y que se creó en la barra del
bar Castro, cuartel general de unos socios que como su homónimo, el
entrañable personaje de las páginas del TBO, eran cordiales,
amables, simpáticos, respetuosos y hasta un poco locos. Un grupo de
amigos como José Antonio Fernández, Pepe el Sastre, Jorge Ruiz,
Rafael el Principito, Pedro Mejías, el Lin, el Palma o Pascual entre
otros, que idearon y crearon una inolvidable peña que durante casi
dos décadas produjola admiración de propios y extraños. ¡Ah! Y a
Rafael el Prícipito, se le quedó ese mote, porque como no tenían
reina en la caseta decidieron elegir a un príncipe, y le tocó al
tal Rafael que se quedó para los restos con el mote y a mucha honra
porque se lo había ganado a pulso.
El
distintivo de Los Cariocos fue: una gran lazada negra al cuello, un
partido de fútbol el primer domingo de la feria contra los
Camborios, una fachada dibujada por el pintor alemán, Helmut
Siesser, quien donara a nuestra ciudad el mosaico inspirado en la
bahía algecireña sito en la Plaza Menéndez Tolosa a la espalda del
ambulatorio - y en sus manos, una llave, la que abría y cerraba la
puerta de la caseta y con la que cada socio, al dejar pasar a sus
amistades, se hacía responsable en quid
pro quo
de ellos por todo el tiempo que estuvieran dentro.
No
existía directiva, ni cuotas, ni reuniones apuntadas en sus agendas
durante el año, como os he comentado se reunían a chatear, sí
señores, a tomarse unos chatos en lo de Castro y ahí surgían ideas
que comentaban entre ellos y que después llevaban a la práctica con
los dineros de sus propios bolsillos y un puñado de buenos amigos
que les ayudaban a montar la caseta. Por su puesto todo ello siempre
bien regado de buenos vinos de crianza o manzanilla de Tio Pepe, al
rebujito ni se le conocía ni intenciones de conocerlo.
La
barra no se vendía al mejor postor como hoy en día, la llevaban
ellos mismos “aunque sus hígados algunas años pensaran lo
contrario”. ¿Y qué se comía? Pues con todo el arte del mundo,
cada día un socio se encargaba de hacer la comida, hoy paella,
mañana carne en salsa, otrora rabo en tomate y eso es lo que había,
mejor o peor, sabía a gloria.
Cariocos,
cariocas, carioquitos y amigos disfrutaban hasta la madrugá donde
entre vino y cante flamenco se enarbolaba con orgullo la bandera de
Algeciras.
Años
más tarde se sumarían a esta peña nuestro admirado ceramista Jose
Luis Villar el Barbas, Pepe el Largo, los hemanos García, Luís el
Gallego, Quintero, Marcos el de las ambulancias y así hasta
completar la cifra de 33.
Algunos
de ellos, algecireños de pro, ya no están entre nosotros; otros, se
fueron de su Algeciras querida y algunos con canas en sus ojos,
todavía recorren el recinto de la feria con una llave en el bolsillo
imaginando que su caseta los aguarda todavía con las sevillanas de
los Romeros de la Puebla, su bambino o su Peret y con el deseo de que
algún año, aquellos carioquitos que conocieron la verdadera feria
Real de Algeciras gracias a sus padres Los Cariocos, quieran abrir
con esa llave el cerrojo del tiempo y vuelva a vivirse la feria como
lo que fue: Real por su señorío y de Algeciras, por lo especial.
¡Buenas
tardes y buena feria!
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