Lo muestro en el blog porque es extraordinario, perfecto en el estilismo y certero en la temática.
Espero que lo disfrutéis tanto como todos los que tuvimos la suerte de escucharlo el viernes a través de las ondas.
Fantasía en
tiempo real
La realidad social se pretende ver en base a un determinismo
histórico: es decir, los hechos anteriores predisponen a lo que acontece en la
actualidad. Sin embargo, los ejemplos
abundan en todo lo contrario: en la irrupción fortuita de los acontecimientos.
Y ello se comprueba en nuestros días cada vez más.
Al margen de todo existencialismo y cuestión filosófica, se ha llegado a la plataforma de
estos tiempos presentes, caracterizados por la pérdida progresiva de conciencia
del ser a causa de la desustancialización: es decir, de la ausencia de valores
esenciales –de las certezas- que conformen una explicación idealista del
existir. La superficialidad en todos los órdenes de la convivencia es
proporcional a la constatación de la falta de subjetividad. Y el lenguaje –que
es lo que aquí nos interesa de manera primordial- ha perdido la densidad y la profundidad
de su discurso, diluyéndose en significaciones vacuas y complementándose con un galimatías de objetivos funcionales sin ningún
fundamento. Y de un individuo que se pretendía independiente, o debería de
serlo, surge la contrariedad del sujeto dominado por el miedo y la
incertidumbre del porvenir.
¿Consecuencia?:
la escritura ha llegado a ser herida de una manera grave.
¿Qué conclusiones hay que sacar de toda esta
exposición? Pues sencillamente: que
quien piensa de forma caótica… también está condenado a escribir –si es que
escribe- de forma caótica. Las formas
cambian con los tiempos, y el cambio ha de ser requisito indispensable para la
evolución del intelecto, pero la falta de referencia hace que el contenido de
lo que se afirma carezca de relevancia respecto del interés de la sociedad,
diluyéndose malamente en el marasmo de lo no específico.
Por tanto, hoy podemos escribir de forma tangencial
(particular) y de forma de unión de los opuestos (universal).
Hay cinco cuestiones indispensables:
1) ¿Quién escribe? Pues escribe la simbiosis, la
armonía (y los opuestos temporales como
necesidad física); en definitiva, quien escribe es la unidad.
2) ¿Por qué se escribe? Se escribe para posibilitar la
perpetuación de la unidad temporal.
3) ¿Para qué se escribe? Para ejercitar el intelecto.
4) ¿Para quién se escribe? Para el desprendimiento, se
trata del sentido altruista de compartir el saber adquirido.
5) ¿Qué sentido tiene lo que se escribe? El sentido está
en la reafirmación de la voluntad.
Estos cinco postulados califican lo que se llama un
“Escritor” o una “Escritora”: la persona que
siente en sí el sentido de la evolución y que toma responsabilidad de su
destino al margen de su caracterización social.
El mayor de los problemas al escribir, es el saber
diferenciar lo puramente personal del sentido más amplio de la existencia. De ahí que a veces el escribir, en principio, sirva a
quien plasmó la acción del lenguaje. En esto radica la distinción entre el ayer
y el presente. El universo compacto, de
valores espirituales claros y reglas sociales definidas, hoy ya no se sostiene
en sus argumentos.
El hecho de la permanencia de los conceptos a través
del tiempo, aun habiéndose manifestado obsoletos –caducos-, es más bien debido
a la necesidad de acción del individuo que al hecho de que estos se conformen a
una realidad mental de la persona que los aprende y trata de asimilarlos y
ponerlos en práctica en su quehacer diario.
Está arraigando y propagándose el temor –consecuente
con la debilidad e incertidumbre que impera en nuestros días- de que la
literatura desaparezca del panorama social. “¿Qué sentido tiene la literatura?”, se cuestiona una
gran mayoría. Incluso la minimizan o la relegan al puro entretenimiento. La
literatura sirve, principalmente, para
ganar terreno a la obscuridad. El arte –del que el oficio de escribir forma
compañía muy estrecha- se ha encontrado a lo largo de la
historia en estas encrucijadas de transformación y re/evaluación de su cometido y de su sentido.
Y, de manera un tanto disparatada, se quieren abrir puertas cerradas a la
armonización: el ser está cambiando de manera vertiginosa. Despiertan los
mitos, pero intentando que no dejen de vestir
a la moda imperante.
En realidad, lo que pasa es que se requiere con
urgencia una nueva comprensión del sentido del lenguaje. O bien del verdadero sentido del lenguaje puesto en acción. El arte es todo
uno, como es uno solo el artista comparado con el arte cuando éste lo “fabrica”
en sus horas solitarias acometido del arrebato irreprimible de la inspiración.
Tomemos el ejemplo de Borges. Pues bien, Borges,
como escritor, era ese artista afanándose en la medida de los conocimientos y
de la capacidad espiritual por subvertir las sombras de la noche –encarcelándolas
de forma mítica-, para así controlar el
destino de la creación propia. Aunque su ambición empujaba más allá: quería
tocar los cielos con sus invenciones creativas para abrir esas puertas de la
percepción de par en par y así poder empaparse de esa superioridad cósmica.
Hubo, claro está, antcedentes en muchos escritores anteriores, éntrelos cuales Bacon o
Blake; y, en pintura, se puede
escoger como ejemplo especial –también entre otros- a Picasso.
Todo reside, para el mundo visible, en la supremacía del lenguaje. La importancia
de saber lo que subyace tras las formas del lenguaje escrito, será capital en
el futuro para la continuación histórica del funcionamiento de la literatura
entendida como agente dentro de un marco social definido.
Así entendido, las fases:
a) pasión/desequilibrio emocional
b) sentimientos/desorientación psíquica
c) aptitudes innatas/capacidad de aguante
…perderían su poder de destrucción y se convertirían
en un mensaje mucho más constructivo.
En la “mística del lenguaje”, Wittgenstein hablaba
de éste como un juego social irrelevante si no está dirigido a una especie determinada de diálogo con la
divinidad. Ideas, pensamientos y hechos que se entroncan en el tiempo; y
afirmaba la imposibilidad del libro para imponer los limites para tal fin, dado
que en su opinión el libro lo que pretende es limitar la expresión de los
pensamientos, mientras que sí admitía
esa capacidad de limitación del lenguaje:
“lo que reside más allá del límite será simplemente absurdo” -según cita
textual-; y dejando entrever la
influencia kantiana, en la que basa buena parte de sus ideas. También veía en
el lenguaje un límite a la capacidad de expresión, incluso artística.
Para mi punto de vista, el problema no radica en el
lenguaje: sino en el hecho de no conocer
el entramado y significación oculta del
lenguaje.
José Luis
Benítez
No hay comentarios:
Publicar un comentario